A veces el hombre es como la conga. Repite una y otra vez ciertos pasos. Un paso adelante, y un paso atrás mucha conga, pero no se va a ningún lado. Las relacionas son como las congas sin fin para un lado, para el otro, y siempre se vuelve al mismo punto. Los hombres son previsibles y repetitivos como la conga. Y el amor es endeble, un poco de conga y todo se desarma. Pero la naturaleza humana, como la conga, puede encontrar variantes dentro de un mismo ritmo. Y ahí deja de ser previsible y aburrida.

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